Se percibe un leve color azul en el
oeste, parece que las almas viajan desde el sol a la vereda.
Nuclean cestos de ropa sucia y verdes
tonos de ocre.
La gama del amarillo es bastante fértil
en estos días.
-Si tú supieras lo que pensé, si tú
vivieras lo que creí; jamás debí haber abierto
la boca. Para ponerme ese miembro adentro, pequeño y reacio. Que cabe
perfecto. Atrás.
Es el mismo perro con distinto collar,
por eso te acordás tanto de ellos –de él-, ¡por eso!
Bastardo sin gloria, paraíso sin freno,
la penillanura y el Nilo convergen en tu historia.
Y no cabe más que mirar atrás y leer lo
que escribí. Hace poco perdí todos los datos de mi disco duro y creí morir de
pena… ¡Exagerada!, la Kika de siempre. ¡Rácana y sin freno!
-¡Se me van a caer los dientes! Pensaba
en el alucine del aroma, de flor violeta, flor del vientre. Completa la pena
escrita.
Nada ni nadie podrá jamás quitarte de
mí. De tu silencio. Porque sé que se te caen las lágrimas cuando mencionas el
misterio.
-¡Sí!, ¡Nos separamos! ¡Miré para abajo
y decidí tirarme del quinto para abajo!
Eso fue lo último que dijo Claudia antes
de salir al vestíbulo. Lucía un vestido carmín y zapatos de tallo verde.
Lucía-Lucía. Nombre, acción, verbo.
Tomaba Absenta en el patio, lleno de
butacas de la fiesta anterior. Como lamentablemente sufrían la pérdida del
último cine que quedaba en el centro, trajeron algunas de sus butacas y las
despidieron a lo grande. Una se mamó. El cuero curtido y los resortes vencidos.
Desvencijados.