domingo, 24 de febrero de 2013

El enigma de las medias, parte II (otra posible interpretación de cómo las medias fueron a parar al tacho)



“Janaelle Monaé” o “El enigma de las medias” se titulaba la obra. 

Todo había comenzado aquella tarde de intenso calor, en el baño rancio del bar; éste aún más rancio y alcohólico. María Martha acababa de entrar en el recinto y ya refunfuñaba. Le decía constantemente a Juan:

M.M-  Me quiero ir de acá. Y quiero mear.
J.- Y andá, ¿no ves que vamos a entrar en un bar? Si tanto querés mear…
M.M- Si, ¿pero con esta pinta a vos te parece que haya baño de damas?
J.- No sé, entrá y cerrá la boca.
M.M- Me tenés harta.

María Martha acercó su pelo rubio esponjado al mostrador. Le preguntó al mozo por el baño de damas y éste señaló con una uña sucia en dirección a la izquierda. María M hacia allí fue. 
El baño, como ya lo suponía, era una cochambre. Al lado del único water había una papelera con una bolsa navideña de Ta-Ta. Y en su interior, un par de medias can-can. “Medias bombacha” decía mi abuela. María Martha se atragantó de la conmoción. Recordó a su abuela en ese segundo, y se le apareció de golpe, cual holograma.

M.M- ¡Abuela! ¿Qué es esto? ¿Qué hacés acá?
A- Vengo a buscar mis medias m’hija, las dejé acá para que se sequen pero la doña que vino al baño antes que vos las dejó caer al piso, así que vengo a colgarlas de nuevo. ¿Cómo andas tú, tanto tiempo? ¡Mi niña María Martha!
M.M- Abuela, esto es una locura. Estás muerta. ¿Qué hacés en este cuchitril?
A- Es que el Hetor, el Hetor me trajo acá la noche esa en que me fui, y en este mismo baño fue que me ahorcaron con las medias y me dispararon.
M.M- ¿Pero cómo?, ¿Cómo yo nunca me enteré de nada? ¡No puedo creer estar hablando contigo abuela!, ¡no lo puedo creer!   
- Toc-Toc. Juan golpea la puerta

María Martha no sabe qué hacer, quiere seguir hablando con su abuela a la que tanto extraña, pero a la vez no sabe qué decirle a Juan.

J- ¡Apurate Marthaaaaaaa! ¡Hace media hora que estás adentro!
M.M- ¡Ya voy Juan, ya voy! Pasa que me indispuse, vos disculpá.

En ese momento la abuela desaparece. María Martha se queda sin saber cómo fue que el Hetor asesinó a su abuela. A ella siempre le pareció un canalla. Un papafrita. Se le llenaron los ojos de lágrimas y juró algún día vengar a su abuela. La abuela con un nombre tan lindo, la inigualable Janaelle Monaé.


sábado, 23 de febrero de 2013

El enigma de las medias, parte I


En un cubo de basura de un baño de mala muerte, unas medias can-can abandonadas a su suerte.
-Aquí se ha cometido un crimen- olí yo.
Las medias color "carne" podían pertenecer a una prostituta. Podían tener una mancha de sangre. Podían ser de un travesti, tal vez. Que se tuvo que cambiar de ropa a las apuradas porque estaba en camino su mujer. Esta última es la tesis que me convence más, a la cual adhiero.
Mirella, casada con Aitor, va al barsucho de la esquina en busca de una muzarella y una ensalada de frutas. Uno de los parroquianos le chista a Aitor (que cuando viste de mujer se hace llamar Mariel), le advierte:
-Aitor, corre al baño de cucarachas y aromas cloacales!
Éste, al levantarse el vestido nota dos cosas: los pelos de las piernas le han crecido, y en sus medias can-can hay una mancha oscura de sangre. Aitor se desespera, se pone a pensar que así de sucio no puede hacer la calle. Nadie levanta a un trava ensangrentado. Entonces corre al baño de damas (claro,ahora es Mariel) y cierra de un portazo. Se baja la pollera y se dispone a sacarse las medias, pero claro, se da cuenta de que no quiere tocar el piso hinmundo (con hache, hipercorrección). Decide agarrarse de un cable muy largo que ilumina la habitación, ya que pende de él una lámpara casi agotada. Con una mano se sostiene del cable, con la otra se baja las medias. De paso echa una meada en el water, aprendió a mear sentado. Se quita la peluca y cuando se está sacando el maquillaje con una servilleta salivada, cae en la cuenta de que su mujer lo va a ver salir del baño de damas. "¡Qué boludo soy!" piensa Aitor. Hubiera sido más prudente hacer la trans-formación en el baño de caballeros y salir del cubículo luciendo como un hombre.
De pronto el cable se rompe y cae la lámpara. Las medias can-can fueron a parar a la papelera de los adherentes del baño de mujeres. Aitor a oscuras trata de recomponerse, se cortó un poco con el vidrio de la lámpara rota en el suelo. A tientas y a oscuras trata de mejorar su aspecto y hacerlo más varonil. Se saca la blusa floreada y las tetas plásticas. Hasta que siente unos pasos provenientes del pasillo. Aitor desnudo sale despavorido dejando en el baño aquel enchastre.
Desnudo excepto por el par de medias can-can puestas en el rostro, cubriendo los rasgos de Aitor.

martes, 19 de febrero de 2013

Desamar



Estoy en el campo, naturaleza,  y te pienso lejos.


- ¿Quiénes son tus vecinos?
- Dieciocho árboles cítricos.
- Entonces dejalos.

Quizás yo no sea intuitiva con la mano, por eso es que nunca pude dibujar. Algo de celos y envidia hay en esa frase. Pero se que tengo otras cualidades. 


Desamar.
Desarmar.
Sacar todo lo que había metido en la valija, para no volver a verlo nunca. No de esa manera. Quito todo el equipaje, sucio y gastado, usado. Lo apoyo con cuidado sobre mi cama, ahora inmensa; y duermo. Duermo contenta, descanso. La respiración del gato a mis pies me consuela, si de noche me levanto buscando.
Desamar.

raso verde


Él y yo en la casa de su abuela, dormimos en camas separadas después de tener sexo en la habitación de huéspedes. Me prepararon una cama con sábanas de raso verde agua. Sospecho que era raso; era como un pañuelo de seda pero más duro, como el forro de una chaqueta pero más grueso. La sábana de arriba era así y también la funda de almohada que me dejaron doblada sobre la cama y que no usé.
Dormí desnuda después de tener sexo y mortificada con la idea de que la Abuela abriera la puerta del cuarto y me viera las tetas.
Me desperté varias veces en la noche ahogada por la sábana verde, calurosa y picante. Sentía que era una tela tóxica que me iba a sofocar. Era espantosa la sensación del raso en contacto con la piel. Además me perseguía la idea de que la Abuela me descubriera dormida.
Me tapé hasta el cuello pero el calor era insoportable. No había forma de no dejar las tetas al descubierto.

Varias veces en la noche me tapé y me destapé, y una de esas veces me desperté sin saber en dónde estaba por unos segundos. Lo vi a él a mi izquierda, durmiendo profundamente en la camita de al lado como si fuera mi hermanito en un orfanato. Dos camitas iguales de una plaza con la madera bien barnizada.
Y una Abuela que podía abrir esa puerta en cualquier momento, violando la privacidad de mis pezones.

No pude dormir bien, estuve toda la noche en estado de alerta. Cuando al otro día él me despertó con una caricia, me asusté.