“Janaelle Monaé” o “El enigma de las medias” se titulaba la
obra.
Todo había comenzado aquella tarde de intenso calor, en el baño rancio
del bar; éste aún más rancio y alcohólico. María Martha acababa de entrar en el
recinto y ya refunfuñaba. Le decía constantemente a Juan:
M.M- Me quiero ir de
acá. Y quiero mear.
J.- Y andá, ¿no ves que vamos a entrar en un bar? Si tanto
querés mear…
M.M- Si, ¿pero con esta pinta a vos te parece que haya baño
de damas?
J.- No sé, entrá y cerrá la boca.
M.M- Me tenés harta.
María Martha acercó su pelo rubio esponjado al mostrador. Le
preguntó al mozo por el baño de damas y éste señaló con una uña sucia en
dirección a la izquierda. María M hacia allí fue.
El baño, como ya lo suponía,
era una cochambre. Al lado del único water había una papelera con una bolsa
navideña de Ta-Ta. Y en su interior, un par de medias can-can. “Medias bombacha”
decía mi abuela. María Martha se atragantó de la conmoción. Recordó a su abuela
en ese segundo, y se le apareció de golpe, cual holograma.
M.M- ¡Abuela! ¿Qué es esto? ¿Qué hacés acá?
A- Vengo a buscar mis medias m’hija, las dejé acá para que
se sequen pero la doña que vino al baño antes que vos las dejó caer al piso,
así que vengo a colgarlas de nuevo. ¿Cómo andas tú, tanto tiempo? ¡Mi niña
María Martha!
M.M- Abuela, esto es una locura. Estás muerta. ¿Qué hacés en
este cuchitril?
A- Es que el Hetor, el Hetor me trajo acá la noche esa en
que me fui, y en este mismo baño fue que me ahorcaron con las medias y me
dispararon.
M.M- ¿Pero cómo?, ¿Cómo yo nunca me enteré de nada? ¡No
puedo creer estar hablando contigo abuela!, ¡no lo puedo creer!
- Toc-Toc. Juan golpea la puerta
María Martha no sabe qué hacer, quiere seguir hablando con
su abuela a la que tanto extraña, pero a la vez no sabe qué decirle a Juan.
J- ¡Apurate Marthaaaaaaa! ¡Hace media hora que estás
adentro!
M.M- ¡Ya voy Juan, ya voy! Pasa que me indispuse, vos
disculpá.
En ese momento la abuela desaparece. María Martha se queda
sin saber cómo fue que el Hetor asesinó a su abuela. A ella siempre le pareció
un canalla. Un papafrita. Se le llenaron los ojos de lágrimas y juró algún día
vengar a su abuela. La abuela con un nombre tan lindo, la inigualable Janaelle
Monaé.