miércoles, 30 de junio de 2010

-Aprobado-

En la construcción lóbrega en donde vos cobrás un sueldo y a mi me hacés sufrir, se amontonan papeles caducos mal fotocopiados.
Espero sentada en la escalera sucia menos mullida del mundo, yo traté de sonreír pero se encargaron de borrarme bien todos los colores. Y todavía no me soplé los restitos panificados de la goma de borrar institucional. La máquina de café es aquí lo único coherente, es decir amigable. El noble vasito de plástico me entibia las manos y me prepara para armar un escándalo en caso de que sea necesario.
Lo teórico.Ahora después se viene lo práctico.Voy a ser juzgada por dos incompetentes, los escucho charlar a través de la puerta abierta. La dejan abierta,tienen abierto el mal gusto y la falta de consideración.Charlan trivialidades pero estas son las trivialidades más grises que puedo imaginar. De ondulaciones, de belleza, de eso ni hablar.
Por suerte(siempre tuve suerte) su realidad es incompatible con la mía. Eso quiere decir que todas sus barbaridades nunca jamás me van a importar. Me interesan mucho más mis vómitos cuentitos inevitables salvadores en momentos de aplastamiento y espera, que el resultado de un burdo examen.

martes, 29 de junio de 2010

yellow



un papel amarillo.
no por viejo, sino por amarillo.
amarillo como Van Gogh.
amarillo como yo.

amar y yo: amarillo.


sábado, 26 de junio de 2010

Buscando un cucharón.

Tantas ganas acumuladas, y nadie para saciarlas. Cansada de autoabastecerme de alegrías puntuales: en la ducha, en la cama, en el magma. Me molesta el resplandor que emanan algunos, y detesto el poco brillo que tienen tus ojos perdidos. No me conformo. Sigo caminando, aunque el invierno se apodere de mis huesos y deje solamente escapar suspiros e interjecciones.
Estoy en la búsqueda de un cucharón. Quiero preparar chocolate caliente y espolvorearlo con canela, quiero revolver sopas de todas las especias, y acurrucarme en mi sillón favorito junto al crepitar del fuego, conjugado con el fuego interior. Quedarme así, dormida, entre atmósferas de té, y besos, y libros, y cuentos. Dormir cucharón. Necesito una nalgueada en ese momento de auge corporal, de sensaciones y acabadas. Necesito poner mi boca abajo, y contonear mi lengua lentamente para que saques de a poco tus gemidos. Sentir la erección crecer en mi boca. Estoy excitada pero no puedo compartirlo. No puedo compartir nada. ¡Qué triste! En verdad me siento triste... Quisiera estar en otra etapa, en otro momento. Ya jugué con vos, con él y con Samuel, y Mel, pero me cansé. Me harto de esta fantasía que se vuela con las hojas y deja polvo. Hay un balcón que chorrea tinta todo el tiempo, y yo abro la boca bien grande, cada vez que paso por allí. Me detengo exactamente en el desagüe e intento que el líquido se introduzca en mi cavidad. Solo consigo quedar manchada y sucia. Apenas saboreando unas pocas gotas. Y sigo mi camino pensando en la tontería que acabo de cometer. Yo también tengo un balcón en mi alcoba. Y riego mis plantas y las cuido. Solo que mi balcón nadie lo visita.

martes, 22 de junio de 2010

Tango: conduce-seduce.

*

Ayer de noche fui al cine. Daban una de Buñuel , muy rara, como todas las de él. Salí reconfortada, hacía tiempo que no estaba sola, conmigo. Tiempo que no disfrutaba ni me seducía. Ayer tenía ganas de mimos y de caricias, mimos y caricias internas, mías y para mí. Compartir conmigo no es fácil, a veces no me dejo ni a mi misma. No me lo permito.

Cuando salí del cine el frío era devastador, comparado con el cómodo y acogedor ambiente de la sala. A pesar de la brisa gélida chocando contra mis cachetes blancos y destruyendo de a poco mis carnosos labios, decidí que lo mejor era ir a casa caminando. El trayecto no llevaría mas de cuarenta minutos, y yo tenía muchas ganas de compartirme ese día. Primero compartirme para mí, comerme de a trocitos, como el último cuadrado de una barra de chocolate, derretirlo y estirarlo en mi boca. Dilatar el placer. En fin, comencé a caminar. Observando el centro de la cuidad apagándose de a poco, cruzándome con extraños a quienes sonreía con todos mis dientes, saludándolos desde el alma. Tratando de regalar ese bienestar que estaba comenzando a llenarme.

Llegué a la mitad del camino. Un semáforo en rojo me detuvo en frente a la facultad de sociología. Mientras esperaba el paso verde divisé un rostro familiar y tan sonriente como el mío. Un rostro que brillaba como la luna. Era mi amiga Tina. ¡No podía creerlo! Todos estos días estuve sola y triste, pensando en todos y en nadie, extrañando, necesitando...pero hasta que no la vi allí parada, con su gorro arrabalero y su saco violeta enorme y largo, extendiendo los brazos, recibiéndome en su casa; debajo del abrigo, no me di cuenta, hasta ese momento, de cuanto la había necesitado.

¡Amiga, que suerte nuestro encuentro!. (Causalidad de mi actitud cultivadora de esa noche).

Enseguida empezamos a conversar como dos niñas excitadas, hiperactivas y algo histéricas: potenciadas por la energía femenina, por el olor a vagina y a pezones erectos. ¡Mmm!, que lindas somos las amigas mujeres, nos disfrutamos y nos amamos tanto...

El frío ya estaba empezando a molestar demasiado, le pregunté qué pensaba hacer en ese momento, me dijo que estaba por irse a bailar tango, y accedí a ir con ella de inmediato. Estábamos a pocas cuadras del lugar. En el camino seguíamos conversando, mirándonos profundamente a los ojos, riéndonos. Yo saqué un lápiz labial y pinté mi boca curtida por el invierno. Ella me dijo lo linda que estaba. Siempre me dice lo linda que soy, que estoy. Me halaga, y eso me hace bárbaro.


**

Llegamos. Entramos con el alma llena de colores. Subimos una escalera y pasamos por varias mesas de un restaurante que estaba dentro del mercado. La estética del lugar me hizo acordar a los almuerzos en el puerto con mis abuelos. Aunque el olor a río no se percibía desde la calle San José. Misma arquitectura, distinta locación.

En el costadito de uno de los pasillos había una puerta. Es acá, me dijo Tina, y me sonrió abriendo paso a la pista. Enseguida quedé embriagada, elevada. El lugar era hermoso, increíble. Pasamos por la barra, hasta llegar a un escenario lleno de mesas y de personas. Buscamos la mejor mesa, dejamos los abrigos en la espalda de las sillas y pedimos algo para tomar. Yo una copa de vino y ella grappamiel.

Había que calentar el interior. (Brrrrrr. Me sacudo del frío que tengo ahora escribiendo esto, mañana helada. Voy por café...)

Como decía...copas. Mesa, música...¡a bailar!

Ella me presentó a sus amigos y compañeros de baile, y por supuesto a su chico. Hace unas semanas que está saliendo con un bailarín que conoció en ese lugar, y yo no pude resistirme a comentarle y adular a su hombre. Típico de amigas mujeres. Siempre que una muestra quien es su presa, yo busco sus puntos débiles, tiro dardos, y nos humedecemos.

Tomamos nuestra copa y enseguida varios hombres se acercaron a invitarnos a la pista. Debo admitir que ese ritual me resultó bastante extraño, y por momentos incómodo. Yo amo bailar, pero nunca espero a que nadie me invite para hacerlo. Simplemente llego al lugar y mi cuerpo se eyecta entre la multitud danzante. Mis oídos dirigen mi cuerpo, y mi boca canta lo que le parece que mis piernas deben seguir. Es algo extraño, pero así me sale bailar. Ahora estaba en un mundo nuevo. Nunca había bailado tango, nada mas algunos pasos básicos que Tina me enseñó una noche borrachas, caminando por alguna calle de Montevideo. Pero nada más que ese vago recuerdo. Yo estaba dispuesta a aprender. Pero aprender de verdad, no quería bailar con cualquiera, yo quería elegir a ese hombre, y me dispuse a rechazar propuestas hasta que llegara el indicado.

Mi amiga se fue a baliar con su chico y yo me pedí algo más para tomar. Enseguida se me acercó un hombre y se sentó en la silla que había ocupado mi amiga. Era más grande que yo, y tenía acento extranjero. Me sonreía y me miraba deseante. Lo sentí. Yo coqueteaba, como bien me gusta hacer, y hablábamos de temas triviales y no tanto, y me hacía la interesante y no tanto...


***

Cerré los ojos y me dejé llevar por la música. Él acomodaba mi cuerpo. Yo lo dejaba, quería aprender. Me explicaba para donde moverme, giraba mi cara y la apoyaba en el mejor lugar, para desplazarme cómodamente, y al mismo tiempo poder escuchar las instrucciones y las palabras cerquita, boca oído, oído boca. A veces me alejaba un poco y sentía que perdía el equilibrio. Lo difícil del tango es bailar en puntitas de pie. Anular mis talones, concentrarse en el ritmo suave. Me dijo que lo abrazara como si nos conociéramos desde siempre. Y supe que era una danza de seducción. No había nadie y estaban todos. Yo cerraba los ojos y bailaba uno, dos, tres...todos los tangos, uno atrás del otro, y aprendía , mis sentidos abiertos y expectantes todo el tiempo.

El preguntó si mi piel tenia mas de esos lunares que mi remera dejaba lucir en mis desnudos hombros. Yo dije que sí...que era una galaxia. Y el abrazo con confianza se convirtió en un saludo de sexos. Sentí su pene algo erecto rozar mi bajo vientre y me excité un poco. Me sentía acolchonada y lubricada.

Después de una seguidilla de varios tangos decidimos descansar. Fui por agua a la barra y después al baño. Cuando bajé mi bombacha descubrí lo que intuía mientras bailaba, la causa de mi charco repentino. La sangre había comenzado a bajar por mi canal vaginal. Me sentí mas mujer que nunca. Bailando y disfrutando de el ciclo menstrual tan deseado. Semanas atrás cometí un error ovular y temía por mi cuerpo. No cuidé mi salud reproductiva, aunque no trajo consecuencia alguna, por suerte.

Volví a la pista. Me senté en mi mesa. Conversé con mi amiga. Compartimos el baile, las sensaciones y un abrazo a modo de festejo por la llegada del ciclo. ¡Ufff!. Alivio, (tenía las tetas duras y molestas desde hacía días). Ya estaba calmando.

Otra vez el extranjero reclamó mi baile. Y yo acepté como buena aprendiz. Esta vez menos tensa. Fue una danza sexy. Olía su boca, instruyéndome y explicándome. Ese olor me hizo acordar a alguien que me niego a olvidar. Sobretodo porque hoy otra vez lo vi desde la ventana (pero esa es otra historia, que nada tiene que ver con esta). Terminó el tango y yo con la música. Acabamos los pasos juntos. Acabamos juntos. Y no en un acto sexual, ¿o si?. Me cuestioné esto ayer y ahora escribiendo lo vuelvo a hacer. Averiguaré...


****

Dijo que iba por caras nuevas, pero que ya bailaríamos otro tango. Al instante un veterano, con quién ya había conversado, me saco a bailar. Mujer. Otra vez: cerré los ojos y las piernas seguían sus pasos como si siempre hubiera estado allí. Era profesor de baile y le exigí que corrigiera mi forma de moverme. Me enseñó el cuatro y el enganche del final. Dos figuras intuitivas. El tango es intuitivo. “El hombre conduce y la mujer seduce” me dijo Carlos al oído mientras yo inventaba pasos.

Abrí los ojos y el extranjero me miraba y se mordía el labio inferior. Busqué a mi amiga que me sonreía y me abrazaba en todos lados. Y me sentí seduciendo todo a mi alrededor.


¡Chan, chan! Terminó el último tango. Me fui contenta.


sábado, 19 de junio de 2010

-lo que no se me ve-

momentos atrás cambié de escenario repentinamente, pero esta vez no era un escenario fácilmente danzable. era el escenario de la calle, en el que tuve que correr protegiéndome de la gelidez y la rapidez de pensamientos. llegué de sopetón a mi escenario más uterino y el cambio repentino hizo que el frío cortante hasta la quemazón fuera reemplazado en los alrrededores de mis ojos por otra quemazón de tipo lacrimal. el agotamiento,la angustia. el agotamiento provoca angustia, eso dicen. otra vez sábado y otra vez ganas de hacer cosas grandes. tengo todo y quiero más. quiero que el tiempo se alargue,quiero tiempos rallentados en mi coreografía de música minimalista. no me gusta decir chau, no me gusta tener que decir todo el tiempo todo. me encantaría que las palabras supieran sobrar y que me vieras iluminada igual que el primer día. que la luz de nuestros días fuera mas rojiza y menos color hielo,color que no existe. pero las palabras no saben ni aprendieron a sobrar,así que por ahora guardo todo para sacarlo cuando la fluidez del círculo me llegue a incluir dentro de su perímetro.
momentos atrás creí que necesitaba de otros con desesperación para que fueran los móviles de mis homicidios. y ahora después de saltar, además de estar mojada estoy de nuevo a solas conmigo. y el agotamiento voló elegantemente. capaz algún día me animo a gritar. ojalá me llames dentro de un rato

viernes, 18 de junio de 2010

37

37

Así empezó, de repente.

Son siempre los miedos, los números…

Cine
Chupar me gustaría
Ema
Ya lo vi en el cuadro
Cine
Quedan quince…

(Voz en off Teca)
Todo el mundo sabe…se miente a sí misma

jueves, 17 de junio de 2010

conversaciones

Hablan Cine y Ema:

Cine
Canino. Canino de perro.
Ema
¿De hincar el diente?
Cine
Eso no se....puede ser...


(elipsis)

Tres palabras más abajo:
Ema
Tengo una lista, la escribí recién.

quiero :
ver
verte
verterte
verter
sorber
beber
cojer.

sábado, 12 de junio de 2010

Hablo del miedo

“Es cierto, estos días son lagrimeantes y convexos. Llenos de versos. Me gustaría un abrazo en este momento. Me siento tan sola, vacía...suspendida. ¿Será el invierno?”

La propuesta esta vez fue mirarse hacia adentro, recorrerse en silencio. Momento introspectivo de placer. Estoy embarrada, toda enchastrada, salpicada de dolor, de pavor, de temor. Miedo. Miedo es la palabra, y me animo a pronunciarla. ¿Miedo a qué? Tengo miedo del número, el peligroso número que se representa en mi mente: miedo al número dos.

Me reflejo en el espejo y estoy yo. Sola. Solamente yo: cuerpo, alma , sexo , mente. (desarmo la trilogía, un número del que no corresponde hablar ahora). Mi sombra va de a una. Agarrada de la mano del hombre invisible, que carece de color (de calor). Mi cuerpo desea desde lo hondo un abrazo sanador. Y no recurro ya a las lágrimas ni al alcohol, caigo tendida , blanda en la red. Mi red de soledad, de color sepia, perdida en la bruma.

Tengo miedo a volar, a volar alto de verdad y perderme en el vértigo al saltar, acariciando tu piel constantemente. Tengo miedo del mar de tu sexo, que me revuelca en la orilla, me ahoga sin freno. Tengo miedo de que deje entrever lo que hay dentro de este envase.

Y ya no importa el maquillaje, ni el viento revolviendo mi pelo. Me importa mi bienestar. Me importa no perderme en la soledad. Y quiero mirarte y abarcar el cielo.

jueves, 10 de junio de 2010

"me vendría muy bien"

Quería conocer las costas del pacífico. Ir a la soleadas playas de California, el sueño de muchos dirán...pero no se trata de eso.

De repente abrí los ojos y estaba parada frente a un largo camino de pasto y arena. A lo lejos el sol hacía brillar los reflejos del mar moviéndose entre las olas. Caminé y llegué a la orilla. La arena oscura y el agua de un azul profundo. Me zambullí inmediatamente. Cuando miré por debajo del agua no encontré líquido alguno...sino un piso de madera. ¿Madera? Salí a la superficie y unos chicos sufistas me advirtieron que esa zona era peligrosa, que en lo hondo había tiburones: la “zona prohibida”.

Yo no entendía nada. Volví a zambullirme. Otra vez lo mismo: madera. Y lo más extraño era que desde ese piso en el cual ahora estaba parada, percibía el océano como una tela blanca pintada de azul, por la cual traspasaba la luz del sol imitando el movimiento y las características del agua. Pero no era agua. Ni siquiera yo estaba mojada, y tampoco tenía dificultad para respirar. Supuestamente me encontraba en el fondo del mar, y en vez de eso: estaba parada en un piso de madera infinito. Miraba hacia todos lados y lo único que veía era madera, madrea, madera, que se oscurecía a lo lejos porque no llegaba la luz del sol, y más hacia el fondo se inclinaba suavemente.

Miraba hacia arriba y aparecía la tela movediza, imitando el agua. Intentaba nadar en el aire, siguiendo con la "lógica" de este nuevo lugar, quizás haciendo movimientos de natación pudiera alcanzar la tela e irme nuevamente hacia la superficie y entrar así en el mar de verdad. Inútil fue mi movimiento. Lo único que conseguí fue encontrarme ridículamente dando manotazos y moviendo las piernas como una patética bailarina descoordinada. Por lo tanto mi situación era bastante complicada. Estaba atrapada en el fondo del mar, que era madera. No había una posible escapatoria. Lo único que se me ocurrió pensar es que el viaje a California no era lo que yo había deseado, e inmediatamente la canción apareció sonando en mi cabeza: ”un viaje a California me vendría muy bien...".

martes, 8 de junio de 2010

Cuento del té.

Redonda, paleada, humeante, reposa la olla en la hornalla de la cocina. La destapo con precaución, el metal está muy caliente. Meto la cara dentro del vapor que trae los aromas de la pócima. –Hace frío, estoy preparando sopa. Sopa de hojas de acelga y de remolacha, con cebolla y un poco de queso crema. Él estuvo triste todo el día, atorado por las lágrimas que no quieren brotar, su problema no es incapacidad, sino que no se permite: debe dejar de pensar tanto en los demás y detenerse en él. Nos miramos a los ojos, sanándonos, mimándonos. El sonido de la espesa ebullición musicaliza la escena (aunque el extractor de aire hace interferencia constantemente).

Ya estaba todo listo. El arroz amarillo, teñido por el curry, las berenjenas con tomate y parmesano, y la pócima: verde y contundente, pócima para el frío. Preparamos la mesa en el comedor, sería más fácil comer en la cocina, pero perdería el carácter ceremonial y encantador. La iluminación era adecuada, la lámpara refractaba la luz contra el rincón, rebotando contra la pared, acariciando el contorno de los rostros, apenas distinguiendo los colores de los platos. Comimos y bebimos con placer, ambos disfrutamos de la danza de aromas, sabores y sensaciones que despertaba el menú. Se escuchaba el “crunch” de las semillas de sésamo desmembradas por los dientes. Conversamos animadamente, reímos, masticamos. De todos modos él seguía preocupado, aún no había podido encontrar su otra mitad, se sentía agobiado, inmovilizado. Yo intenté calmarlo, aliviarlo de algún modo, y sugerí implementar un experimento para captar a la otra mitad errante, extraviada, solitaria. Ambos extrañábamos a ese ser ausente. Propuse lo siguiente: -Hace tiempo leí en un libro de leyendas indígenas que las almas perdidas no son más que seres vulnerables, agotados por soportar tanta angustia y dolor, por eso a veces deciden separarse y dejar un cuerpo sin alma, o una parte sin su mitad. Se van porque no pueden seguir viviendo de ese modo. Pero existe una manera de atraer a estos eternos viajeros. Consiste en “preparar un té bien cargado, aromatizado con jengibre y cedrón, además debe agregarse un ingrediente que represente la esencia de esta ánima.”

Dicho esto ambos preparamos té verde, con jengibre y cedrón, tal como rezaba el libro, y además agregamos una buena cantidad de miel, convenimos que ese ingrediente representaba perfectamente a quien estábamos buscando. Listo el té servimos tres tazas y comenzamos a beber el jarabe. La otra taza aún seguía en la mesa, intacta, humeante. Él estaba convencido de que esto no funcionaría y abandonando todo ánimo se echó a llorar, emanando un torrente que jamás había visto. Las lágrimas comenzaron a llenar la taza medio vacía y rápidamente desbordaron el jarro. Al mismo tiempo que lloraba hablaba de forma muy extraña, ininteligible. Entre tanta confusión me lancé sobre su cuerpo abrazándolo como nunca, y en el abrazo nos fuimos de esa habitación.

Estábamos acostados sobre el colchón verde de una pradera soleada y brillante. Encandilados por el resplandor. El olor a té envolvía el ambiente. Me levanté algo aturdida y divisé un árbol de cedrón, por eso el aroma era tan fuerte, y a los pies del árbol un hombre bolita durmiendo. Nos acercamos al bulto. Ahora éramos tres. Él había encontrado su otra mitad.

lunes, 7 de junio de 2010

reflexión

Dejé el peso de mi espalda reposar sobre una almohada ajena, y no me importó nada. Confié en personas extrañas que me invadieron, identificándome como un ser extranjero, promiscuo por demás: yo misma me convertí en extranjera en mi propio cuerpo. “El viejo mete-saca”. Dejé de pasear y ver solo vidrieras, para detenerme en el paisaje. Contemplándolo todo en detalle, imaginando como era años atrás. Camino por los parques, camuflándome entre las estatuas. Las figuras de mármol me recuerdan que lo único que me queda es voz. Y ya no quiero caminar, ni sentarme, ni esperar, quiero cambiar y construir nuevos espacios. Quiero viajar sin miedo. Solo quiero cantar.

viernes, 4 de junio de 2010

Mi casa

Combato continuamente contra mi estructura. Es una casa grande, inmensa, vacía y fría. Despojada de cualquier sentido de hogar. Soy casa para algunos nomás, para otros posada de paso: lugar de depósito. Descargan aquí toda clase de tensiones, flujos y locuras. No me hago cargo de ninguna, porque no me corresponden. Aunque repercuten directamente en los cimientos. Esta casa cuenta con una suave entrada hacia la húmeda sala principal, pasando el umbral se observan varias habitaciones de distintos colores, totalmente vacías. Apenas cuelga algún cuadro en las paredes desnudas, recordatorios de las marcas que algunos visitantes han dejado.

Mi casa la construí yo misma, con esfuerzo y dedicación, pero hay sectores donde el derrumbe es inminente, y amenazan con desaparecer partes enteras si no hago un cambio urgente, una reestructuración que de un nuevo sentido al lugar. Me acostumbré a perder, y no a ganar colores, por eso, parte del sector nuevo esta teñido de un gris anodino y aburrido, igual que la música de mobiliario. Sin embargo la zona más antigua de la casa es totalmente distinta. Cálida y acogedora, invadida de olor a café con canela. Difícil de encontrar, ya que se debe atravesar el largo pasillo oscuro que va desde mi cama hacia el corazón de la casa. Una vez allí la sensación es otra, un submundo distinto dentro del universo de mi casa, un escondite secreto lleno de recovecos y cavidades acolchonadas, para acostarse y descansar bien, placenteramente. Y acomodar mis pensamientos y mis emociones.

Admito que abandoné mi casa mucho tiempo atrás. No recuerdo con exactitud cuando fue la última vez que planifiqué un cambio o un simple arreglo, para mejorar y embellecer el lugar. Hace unos días que la situación se ha transformado. Me obligué a pasar nuevamente por la calle de mi casa, allí donde se bifurcan los caminos. Entré y el olor se introdujo directamente en mi pecho, brotando por mis ojos, convertido en lágrimas. Volví a mi casa, porque estoy dispuesta a quedarme allí una temporada, y convertirla en mi lugar. Mi hogar interno.

martes, 1 de junio de 2010

Desde mi ventana

Pasa el perro caminando apurado, seguido de su dueño quien lo lleva enganchado del collar. Yo observo todo desde mi ventana, y el perro que tira al dueño pasa por la vereda de enfrente. Mientras en el quinto piso del edificio, al otro lado de la calle, un hombre extremadamente atractivo riega las plantas de su balcón. Mira con ojos de halcón, y sus cejas enmarcan perfectamente su mirada puntiaguda. Por eso se dedica a regar las plantas con tanto cuidado, porque sabe que la chica desde abajo lo mira fijamente a los ojos, y él le contesta con apenas una sonrisa que sale por debajo de sus bigotes. Una sonrisa perversamente deliciosa.

La chica va en un ómnibus con destino al limbo, rumbo incierto y desconocido.Cansada del viaje mira hacia fuera. Cuando el semáforo se detiene en la luz roja, es tiempo suficiente para apreciar con detenimiento el paisaje durante unos escasos minutos. Escasos pero suficientes.

Sus ojos se posan en el edificio que resalta entre el montón, el que tiene forma de nave. Le llama la atención el diseño. Viajeros serán todos los que allí habitan, pensó. Mientras sigue inspeccionando todos los pisos del edificio, nada la convence como para dedicar una minuciosa observación. Hasta que en el quinto piso se detiene hipnotizada. El hombre que riega las plantas observa a la chica sin parar, saca su lengua y humedece sus labios suavemente. Ella sonríe y le devuelve la mirada, y con cuidado sacude sus rizos dorados. Se miran y se penetran durante la pausa determinada por el semáforo. Luego el ómnibus sigue su recorrido. Se desconectan.

Yo lo se todo porque vivo en el edificio de enfrente y la ventana de mi cuarto tiene orientación hacia ese lado de la calle. Yo lo se todo porque siempre observo desde mi ventana al regador de plantas, que me encanta.