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Ayer de noche fui al cine. Daban una de Buñuel , muy rara, como todas las de él. Salí reconfortada, hacía tiempo que no estaba sola, conmigo. Tiempo que no disfrutaba ni me seducía. Ayer tenía ganas de mimos y de caricias, mimos y caricias internas, mías y para mí. Compartir conmigo no es fácil, a veces no me dejo ni a mi misma. No me lo permito.
Cuando salí del cine el frío era devastador, comparado con el cómodo y acogedor ambiente de la sala. A pesar de la brisa gélida chocando contra mis cachetes blancos y destruyendo de a poco mis carnosos labios, decidí que lo mejor era ir a casa caminando. El trayecto no llevaría mas de cuarenta minutos, y yo tenía muchas ganas de compartirme ese día. Primero compartirme para mí, comerme de a trocitos, como el último cuadrado de una barra de chocolate, derretirlo y estirarlo en mi boca. Dilatar el placer. En fin, comencé a caminar. Observando el centro de la cuidad apagándose de a poco, cruzándome con extraños a quienes sonreía con todos mis dientes, saludándolos desde el alma. Tratando de regalar ese bienestar que estaba comenzando a llenarme.
Llegué a la mitad del camino. Un semáforo en rojo me detuvo en frente a la facultad de sociología. Mientras esperaba el paso verde divisé un rostro familiar y tan sonriente como el mío. Un rostro que brillaba como la luna. Era mi amiga Tina. ¡No podía creerlo! Todos estos días estuve sola y triste, pensando en todos y en nadie, extrañando, necesitando...pero hasta que no la vi allí parada, con su gorro arrabalero y su saco violeta enorme y largo, extendiendo los brazos, recibiéndome en su casa; debajo del abrigo, no me di cuenta, hasta ese momento, de cuanto la había necesitado.
¡Amiga, que suerte nuestro encuentro!. (Causalidad de mi actitud cultivadora de esa noche).
Enseguida empezamos a conversar como dos niñas excitadas, hiperactivas y algo histéricas: potenciadas por la energía femenina, por el olor a vagina y a pezones erectos. ¡Mmm!, que lindas somos las amigas mujeres, nos disfrutamos y nos amamos tanto...
El frío ya estaba empezando a molestar demasiado, le pregunté qué pensaba hacer en ese momento, me dijo que estaba por irse a bailar tango, y accedí a ir con ella de inmediato. Estábamos a pocas cuadras del lugar. En el camino seguíamos conversando, mirándonos profundamente a los ojos, riéndonos. Yo saqué un lápiz labial y pinté mi boca curtida por el invierno. Ella me dijo lo linda que estaba. Siempre me dice lo linda que soy, que estoy. Me halaga, y eso me hace bárbaro.
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Llegamos. Entramos con el alma llena de colores. Subimos una escalera y pasamos por varias mesas de un restaurante que estaba dentro del mercado. La estética del lugar me hizo acordar a los almuerzos en el puerto con mis abuelos. Aunque el olor a río no se percibía desde la calle San José. Misma arquitectura, distinta locación.
En el costadito de uno de los pasillos había una puerta. Es acá, me dijo Tina, y me sonrió abriendo paso a la pista. Enseguida quedé embriagada, elevada. El lugar era hermoso, increíble. Pasamos por la barra, hasta llegar a un escenario lleno de mesas y de personas. Buscamos la mejor mesa, dejamos los abrigos en la espalda de las sillas y pedimos algo para tomar. Yo una copa de vino y ella grappamiel.
Había que calentar el interior. (Brrrrrr. Me sacudo del frío que tengo ahora escribiendo esto, mañana helada. Voy por café...)
Como decía...copas. Mesa, música...¡a bailar!
Ella me presentó a sus amigos y compañeros de baile, y por supuesto a su chico. Hace unas semanas que está saliendo con un bailarín que conoció en ese lugar, y yo no pude resistirme a comentarle y adular a su hombre. Típico de amigas mujeres. Siempre que una muestra quien es su presa, yo busco sus puntos débiles, tiro dardos, y nos humedecemos.
Tomamos nuestra copa y enseguida varios hombres se acercaron a invitarnos a la pista. Debo admitir que ese ritual me resultó bastante extraño, y por momentos incómodo. Yo amo bailar, pero nunca espero a que nadie me invite para hacerlo. Simplemente llego al lugar y mi cuerpo se eyecta entre la multitud danzante. Mis oídos dirigen mi cuerpo, y mi boca canta lo que le parece que mis piernas deben seguir. Es algo extraño, pero así me sale bailar. Ahora estaba en un mundo nuevo. Nunca había bailado tango, nada mas algunos pasos básicos que Tina me enseñó una noche borrachas, caminando por alguna calle de Montevideo. Pero nada más que ese vago recuerdo. Yo estaba dispuesta a aprender. Pero aprender de verdad, no quería bailar con cualquiera, yo quería elegir a ese hombre, y me dispuse a rechazar propuestas hasta que llegara el indicado.
Mi amiga se fue a baliar con su chico y yo me pedí algo más para tomar. Enseguida se me acercó un hombre y se sentó en la silla que había ocupado mi amiga. Era más grande que yo, y tenía acento extranjero. Me sonreía y me miraba deseante. Lo sentí. Yo coqueteaba, como bien me gusta hacer, y hablábamos de temas triviales y no tanto, y me hacía la interesante y no tanto...
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Cerré los ojos y me dejé llevar por la música. Él acomodaba mi cuerpo. Yo lo dejaba, quería aprender. Me explicaba para donde moverme, giraba mi cara y la apoyaba en el mejor lugar, para desplazarme cómodamente, y al mismo tiempo poder escuchar las instrucciones y las palabras cerquita, boca oído, oído boca. A veces me alejaba un poco y sentía que perdía el equilibrio. Lo difícil del tango es bailar en puntitas de pie. Anular mis talones, concentrarse en el ritmo suave. Me dijo que lo abrazara como si nos conociéramos desde siempre. Y supe que era una danza de seducción. No había nadie y estaban todos. Yo cerraba los ojos y bailaba uno, dos, tres...todos los tangos, uno atrás del otro, y aprendía , mis sentidos abiertos y expectantes todo el tiempo.
El preguntó si mi piel tenia mas de esos lunares que mi remera dejaba lucir en mis desnudos hombros. Yo dije que sí...que era una galaxia. Y el abrazo con confianza se convirtió en un saludo de sexos. Sentí su pene algo erecto rozar mi bajo vientre y me excité un poco. Me sentía acolchonada y lubricada.
Después de una seguidilla de varios tangos decidimos descansar. Fui por agua a la barra y después al baño. Cuando bajé mi bombacha descubrí lo que intuía mientras bailaba, la causa de mi charco repentino. La sangre había comenzado a bajar por mi canal vaginal. Me sentí mas mujer que nunca. Bailando y disfrutando de el ciclo menstrual tan deseado. Semanas atrás cometí un error ovular y temía por mi cuerpo. No cuidé mi salud reproductiva, aunque no trajo consecuencia alguna, por suerte.
Volví a la pista. Me senté en mi mesa. Conversé con mi amiga. Compartimos el baile, las sensaciones y un abrazo a modo de festejo por la llegada del ciclo. ¡Ufff!. Alivio, (tenía las tetas duras y molestas desde hacía días). Ya estaba calmando.
Otra vez el extranjero reclamó mi baile. Y yo acepté como buena aprendiz. Esta vez menos tensa. Fue una danza sexy. Olía su boca, instruyéndome y explicándome. Ese olor me hizo acordar a alguien que me niego a olvidar. Sobretodo porque hoy otra vez lo vi desde la ventana (pero esa es otra historia, que nada tiene que ver con esta). Terminó el tango y yo con la música. Acabamos los pasos juntos. Acabamos juntos. Y no en un acto sexual, ¿o si?. Me cuestioné esto ayer y ahora escribiendo lo vuelvo a hacer. Averiguaré...
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Dijo que iba por caras nuevas, pero que ya bailaríamos otro tango. Al instante un veterano, con quién ya había conversado, me saco a bailar. Mujer. Otra vez: cerré los ojos y las piernas seguían sus pasos como si siempre hubiera estado allí. Era profesor de baile y le exigí que corrigiera mi forma de moverme. Me enseñó el cuatro y el enganche del final. Dos figuras intuitivas. El tango es intuitivo. “El hombre conduce y la mujer seduce” me dijo Carlos al oído mientras yo inventaba pasos.
Abrí los ojos y el extranjero me miraba y se mordía el labio inferior. Busqué a mi amiga que me sonreía y me abrazaba en todos lados. Y me sentí seduciendo todo a mi alrededor.
¡Chan, chan! Terminó el último tango. Me fui contenta.
amiga! te metiste por azar en el mundo del tango...en el que supe algún día estar y al que nunca más quise volver...mmm te diría que no es muy recomendable,pero me parece mejor no dar consejos, cada quien hace su camino.
ResponderEliminarperdón x lo del sábado! me dormí, estoy necesitando dormir horas y horas, tengo cansancio acumulado, es físico y mental. y a veces me provoca angustia. además murió mi cel, por eso no les pude avisar. estoy teniendo días de caos, de perder pertenencias y de incomunicación.
me encantó esta historia de disfrute contigo misma. te mando besos grandes
Hola... que lindo releer entradas y también releer los comentarios que forman parte de la entrada, lo que te comenté cuando era Lluvia Canina y tenía otra foto medio haciéndome la sexy. Me gustó saber en qué andaba yo el 23 de junio de 2010, angustiada y sin rumbo, se ve. Hoy soy más vieja y más feliz, me agoto menos.
ResponderEliminarEsta historia tuya en el tango es hermosa!!! ahora sí me dan un poco de ganas de reincidir. Divina tu historia ruiseñora, igual que vos
mácula, déjeme decirle lo bien que le sienta esta nueva identidad bloggeana. es verdad, eran otros tiempos para las dos... hemos superado ciertos vicios, otros no.
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