martes, 19 de febrero de 2013
raso verde
Él y yo en la casa de su abuela, dormimos en camas separadas después de tener sexo en la habitación de huéspedes. Me prepararon una cama con sábanas de raso verde agua. Sospecho que era raso; era como un pañuelo de seda pero más duro, como el forro de una chaqueta pero más grueso. La sábana de arriba era así y también la funda de almohada que me dejaron doblada sobre la cama y que no usé.
Dormí desnuda después de tener sexo y mortificada con la idea de que la Abuela abriera la puerta del cuarto y me viera las tetas.
Me desperté varias veces en la noche ahogada por la sábana verde, calurosa y picante. Sentía que era una tela tóxica que me iba a sofocar. Era espantosa la sensación del raso en contacto con la piel. Además me perseguía la idea de que la Abuela me descubriera dormida.
Me tapé hasta el cuello pero el calor era insoportable. No había forma de no dejar las tetas al descubierto.
Varias veces en la noche me tapé y me destapé, y una de esas veces me desperté sin saber en dónde estaba por unos segundos. Lo vi a él a mi izquierda, durmiendo profundamente en la camita de al lado como si fuera mi hermanito en un orfanato. Dos camitas iguales de una plaza con la madera bien barnizada.
Y una Abuela que podía abrir esa puerta en cualquier momento, violando la privacidad de mis pezones.
No pude dormir bien, estuve toda la noche en estado de alerta. Cuando al otro día él me despertó con una caricia, me asusté.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Hemos vuelto. Envueltas en sábanas verdes del horror y cargando valijas viejas y pesadas, de tierras lejanas. Hemos vuelto. Y eso es lo mejor. Que lindo nos sienta el violeta. Demodé.
ResponderEliminarHemos vuelto! para quedarnos por un buen tiempo! Renovadas, violáceas, ya era hora. Nos estábamos quedando atrás, demodés
ResponderEliminar