Estaba tirada en una cama sucia. El olor a encierro, a humedad, a muchas otras noches empapadas, se percibía en el ambiente. La habitación era infame. Yo estaba desnuda, al lado de su cuerpo dormido, su cuerpo indiferente, como todos los otros, como tantos otros, que pasaron aunque no pasaron por mí. Me daba asco dormirme, no podía concebir descanso si mi piel estaba en contacto con el colchón, las sábanas y la frazada de esa cama de hotel de mala muerte.
Tenía ganas de irme corriendo, o de darme un baño. Pero ninguna de las dos cosas podía hacer. La idea del baño la descarté enseguida, ni siquiera me quise asomar a la ducha. Ya había estado en el baño. Espantoso. Recubierto de azulejos amarillos y la pared pintada de un verde agua, descascarado por los hongos y la humedad. Mientras Samuel me cojía en ese asqueroso baño yo pensaba en la espantosa combinación, en lo patético de la escena, como desentonaba mi piel con ese lugar.
No disfruté del sexo con él. Estaba demasiado borracho y la pija no se le paraba bien, yo hacia un esfuerzo por concentrarme, pero no había química, nuestros cuerpos no estaban logrando moverse a un ritmo que sacara notas extrañas de mi voz. Y eso me hacía detestarlo cada vez que su cara se aparecía ante mí, por eso le pedía que vaya por atrás, para no cruzarme con su rostro.
Abandoné la cama, creo que el colchón rancio era la principal causa de mi incomodidad. Fui al baño a tomar agua. Enseguida lo tenía pegado a mis nalgas, tocándome las tetas y respirándome en el oído. Pero no sabía que con respirar no alcanzaba. A mi me gusta que me hablen, que me derritan la oreja contándome cada imagen que se representa en su cabeza. No se cual es la cabeza que habla por los hombres en ese momento, si la de arriba o la de abajo...de todos modos: la mezcla el perfecta. En fin, a mi me excita que me hablen al oído, acompañado de jadeos y chupeteadas de oreja, hasta ciertos mordiscones, pero no me gusta que simplemente soplen mi oído. Prefiero la brisa retumbando en mi tímpano, no la boca caliente de un baboso.
El hecho es que en esa situación, del baño inmundo, el hombre mudo y mi poca imaginación, terminé por fingir un orgasmo y así culminar con toda esa farsa. Ya no tenía ganas ni de verle la cara ni de que me tocara. Me daba cuenta de mi error constantemente y lo peor era que no podía volver hacia atrás. Y yo quería quedarme en otro tiempo, y en otro lugar, con otro hombre que sí me sabe hablar...un hombre que ya no está.
Samuel...un desagradable,ya veo. Infame,inmundo, hombre básico. Pero quién no se vio envuelta en una historia semejante alguna vez... yo creo que si y lo recuerdo con gracia por suerte. jaja! hay hombres realmente patéticos!una ruiseñora merece mucho mas que eso. HABLAME AL OÍDO POR FAVOR! :)
ResponderEliminarUf! Qué feo momento! Para esos casos no hay nada mejor que fingir uno rápido así se apuran y se acaba el mal trago de una vez.
ResponderEliminarBah, mejor sería no llegar a ese punto, peeeerooo...
El año pasado estuve en un hotelucho que calza con tu descripción, no habremos estado en el mismo? chan chan chan!
Una Bukowsky versión mujer.
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