Corro entre los autos y las gentes grises. Tapadas entre bufandas, telas y almohadas. Estoy enfurecida. Odio los tiempos perdidos entre trámites sin sentido. Corro entre cientos de burócratas y ejecutivos. Antes de llegar a mi destino me piden que fotocopie el último Carné de Bebé que sacaron en el año 1932, ¿para qué sirve todo esto?.
- Preciso una constancia de domicilio.
- No tengo señor, yo no tengo domicilio propio. Vivo en una casa, pero no me pertenece.
- Entonces no va a poder realizar el trámite, lo siento. ¡El siguienteee!, ¡¡¡número quinientos cuarenta y dos...!!!
¡La puta que me parió! Grito, mientras gasto el tercer boleto en menos de una hora. Voy del Centro a mi casa, de mi casa a Pocitos, de Cutcsa en Cutcsa. Me canso, me contracturo y maldigo a todos los funcionarios públicos.
Quedan diez minutos para que cierren la oficina y yo preciso que el encargado del Departamento de Carné de Bebés del año 1932 me selle el bendito papelito. Llego a la oficina después de dar varias vueltas en la puerta giratoria. (Lo único que me gusta de las oficinas son sus magnificas puertas giratorias. Cuando sea grande voy a tener una puerta giratoria en mi casa). En fin, después de jugar un ratito con la puerta, busco la oficina correspondiente. Me acerco al puesto de informes y una veterana con cara de guiso en mal estado me indica que debo dirigirme a la oficina del Señor Hipopótamo.
-Subís al piso trece A y preguntas por la oficina trescientos tres.
Sigo las indicaciones de la señora del guiso podrido y encuentro el lugar. Golpeo tres veces. Nadie atiende. Golpeo tres veces más. Una voz de ultratumba sale de adentro de la sala.
-Paaasee.
Entro a la oficina.
-Buenas tardes, necesito hablar con el Señor Hipopótamo
-Soy yo, que quiere.
-Preciso que me selle este papel por favor.
-Permítame.¡ Ahhh!, veo que se trata del año 32’, sabe que estos sellos yo no los tengo debe dirigirse a la Oficina Central de Correos y preguntar por...
Justo ahí dejé de escuchar, justo ahí dejé de pensar, y llena de una furia incontrolable agarré el cartelito de encima del escritorio y en medio de la frente, como un rinoceronte, le dejé incrustado su nombre “Señor Hipopótamo”. Me fui enseguida, no sin antes dar un par de vueltas en la puerta.
ruiseñora uno (en un ataque de trámites)
asquerosos esos burócratas cara de guiso! te comprendo perfectamente, me dejan en tan mal estado los trámites como los exámenes y el fanatismo futbolero. si estará lleno de panes este mundo! de todas formas el ataque de trámites te provocó un relato muy gracioso y catártico, por lo menos la panificación sirve para eso no?
ResponderEliminarche podrian postear la cara de guiso también? me cuesta imaginarla, buen post.
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