Parece que por fin lo pude ver...
Ayer fue un día completamente “Fernández Crespo”; y saben de qué hablo cuando digo Fernández Crespo: un día gris, triste, suicida, dominguero, cerrado, feo, cabizbajo-ojitriste e irritable. Todo me molestaba entonces, y todo me molesta hoy. Lloré. Verbalicé por fin lo que sentía y pude descubrir tu rostro, escondido tras la patética máscara de la orgía del viernes pasado. Necesité exfoliarte de mi piel, de mi sien, de mi zen. Ya no soporté más el poco calor que me dabas, momentáneo, inútil, pasajero. Yo estaba en trance, y vos te reías de eso, todo el tiempo.
No tuve vergüenza de llorar a mares, a moco tendido mientras intentábamos leer “ La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, ¡qué me importa Weber!. Largué las fotocopias y el marcador nuevo, amarillito, a la mierda y me puse a desvirtuar una y otra vez el grupo de estudio. Mi amiga me miraba y consolaba mis lágrimas con abrazos y besos tiernos, me mimaba con palabras y con un café riquísimo. Y no podía dejar de tener esa sensación opresora en el pecho, y en todos lados, en las piernas y en todos lados. Maldito día “fernandezcrespeano”.
Yendo a dar el parcial, con un día parcialmente nublado y atomizador. En el ómnibus: amortiguador de clases (metáfora sociológica, ¡si señor!)...allí en el no-lugar, Las Viperinas se pusieron a conversar y a hacer uso de sus lenguas tremendas, cargadas de tinta y veneno sanador. Como el curandero de la selva, hablando de la selva y la acabada perfecta. Trencitas erectas de nenas bien (“bian”). ¿ Y si hacemos de esto una transmisión?, ¿y si hacemos uso y abuso de la comunicación? Propuse llevar Viperinas a la radio del patio trasero del ómnibus vip (it´s very important, please!), y me dijo que sí. Los pasajeros vejertos eran nuestros oyentes, ella sentenció: el público objetivo estaría en la franja de los dieciocho hasta la infinita edad, dirigido a más mujeres que a hombres. Ya que creo, que a los hombres no les gusta escuchar las miserias femeninas ¿se te acaba el idilio chiquito?...
Me sale humo por las orejas y escupo fuego por las tetas, parezco un toro, más bien una tora en llamas. Y me la banco. De última voy al baño y con el bidet me masturbo un rato. Después pienso en algunos de los tontos que me rodean el culo como moscardones y se me pasa la mala racha.
En fin, el día crespo terminó de lo más entretenido. ¡Vaya! Vaya una a saber por qué me costó tanto esfuerzo mental y emocional cambiar de piel esta vez. Mientras serpenteaba en la pista de Livingroom, con mis dos amigotas: Livera y Ab, me olvidaba de a poco de lo que era antes; me emborrachaban las luces (sin saber). Dalton, ya lo cantaste tú. Y me sonaba la canción todo el tiempo, como rington molesto de celular en medio del discurso del docente predilecto. ¡Hay quienes no saben ser universitarios!
(¿palo innecesario?, buscá en el diccionario la definición de paradigma, ¡idiota!). Entre tanto ritmo me salía música hasta por la narina izquierda, y entonces uno de por ahí sentenció: “tú eres la Reina de la pista” y el caramelo se me enredó en el pelo, que asco. ¡Ahhh!, necesito gritar. Hay gente que no aprende más, pero yo con tu sombrero ya no juego.
Luscinia Megarhynchos “Ruiseñora uno” (identificando los textos pues).
Sin palabras.... selente descarga.
ResponderEliminarHace falta de vez en cuando cambiar de piel, renovarse, doblarse, reverse, evaluarse, y tirar al infinito olvido las pieles viejas!
"Necesité exfoliarte de mi piel, de mi sien, de mi zen. "
a*
que divina tu eres!!
ResponderEliminarDDDDDIVAAAAAAIIIIIN
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