Veo pasar los conejos en cámara lenta. Corretean por la pradera. Son más de veinte, pierdo la cuenta. El cielo es verde y el humo que sale de mi boca tiene olor a planta, cultivada en la selva de mi vientre. Creo en el tiempo que compartimos, no se como nombrarlo, me sale algo así como Roberto. Pienso en esto, mejor le cambio el nombre: Aureliano, es un tiempo Aureliano. Hoy canto para mis lunares, tengo ganas de festejarlos, hay cientos de ellos por toda mi extensa y blanca piel, los miro, los saludo, me enamoro de uno especialmente. Decido sacarlo de mi brazo y llevarlo hacia un conejo que me olfatea el pie descalzo. Me acerco a su nariz movediza, estiro sus bigotes, y en una de sus orejas dejo el lunar más lindo. También nombro a este roedor oledor: Ram, tiene pinta de tener mucha memoria.
Siento que dormí por años, que me acosté en invierno y desperté en Enero, cubierta de arena y sal. La brisa no me molestaba tanto, por eso cuando cerré los ojos me dejé arrullar por el viento. Mis piernas, cubiertas por un pareo, tienen la forma que mil hombres le dieron, fueron talladas con lenguas de acero y acentúan la concavidad de mi estrecho. Llevo en el pelo resortes que catapultan canciones y se enredan allí todos mis pensamientos.
Vuelco mi espalda hacia un costado y veo tu cara dormida, me rio bajito, no quiero despertarte. Acaricio tus labios tan besables, tan amables. Revuelvo tus papeles, hay un dibujo que me llama la atención: una pradera llena de conejos.
ruiseñora uno (con mucho más sol)
creo que ya se cuáles son los tiempos Aurelianos, creo que los distingo. son geniales. -Ruise dois-
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